¡FELIZ DÍA DEL ABOGADO!
Publicado el 29.08.2017
Disfrute, colega; de verdad se lo merece. Un nuevo Día del Abogado se acerca. No es un día más, contrariamente a lo que pudiera pensarse. Ni para usted, ni para mí, ni para el resto de la sociedad.
Disfrute, colega. Porque en épocas convulsionadas por el fanatismo, las “grietas”, las desigualdades sociales, las ideologías expuestas en forma de violencia verbal, nos encontramos nosotros. Pretendiendo, desde una herramienta tan noble como la ley, lograr Justicia.
Y allí desarrollamos nuestra labor. En el medio, el hecho de pensar a diario que no existen muchas profesiones que hayan sido tan descalificadas como la del abogado. Y pocas también demandan a diario tanto esfuerzo intelectual y físico como la de quien debe resolver de modo permanente conflictos sociales en un marco de paros judiciales, escasez de recursos, desventajas económicas, problemas personales, por nombrar solo algunas de las vicisitudes con las que convivimos a diario.
Después de todo, el noble ejercicio de la abogacía requiere una serie de condiciones que no posee cualquiera. Y, al fin de cuentas, el gustoso sacrificio que se requiere de quienes a diario transitan los pasillos de los juzgados tiene su idealización en la esperanza de la construcción de una sociedad más justa.
Los vencimientos y las audiencias no entienden de cambios climáticos, de huelgas, de paro de transportes, de problemas personales cuya procesión va por dentro… y, a pesar de todo, usted siempre está allí. A pesar de todos y de todo. Y cuando arrastra una mochila de problemas personales (que no puede trasladar hacia la relación con su cliente ni frente a la implacable figura del magistrado) comienza la ardua tarea de dignificar la profesional.
Porque no es menos cierto que unos pocos se han encargado de vituperar la profesión. Y las generalizaciones siempre son aliadas del simplismo, lo que de por sí es un riesgo. Sucede en todas las profesionales y en todos los ámbitos, pero para quien siente el ejercicio de la abogacía desde la pasión y el orgullo de ser un “hombre de leyes”, lejos están aquellos calificativos.
Y usted, que a veces no se permite disfrutar de tan noble, ardua y fatigosa labor, que en no pocas ocasiones se ve desahuciado por los sinsabores de quien pierde un pleito, permítase disfrutar su día. Lo merece.
Después de todo, estimado amigo y colega, en su día, dése el derecho de ser feliz y mucho. Siéntase un privilegiado por tener en su profesión una herramienta fundamental para vivir mejor. No todos pueden contar con ese privilegio. A pesar de lo que digan, es una verdad de Perogrullo: sin abogados… no hay justicia. Y, sin justicia, no hay sociedad que pueda vivir en paz.
Por todo esto… disfrute, colega. Razones le sobran.
Nestor Sebastián Parisi